Nuquí: Entre ballenas, tortugas y un encuentro inesperado con la naturaleza
Hace poco viajamos a Medellín para asistir al Congreso de ANATO (Asociación Colombiana de Agencias de Viajes y Turismo). Como nos gusta aprovechar cada experiencia, llegamos tres días antes para...
Como nos gusta aprovechar cada experiencia, llegamos tres días antes para regalarnos una aventura inolvidable: conocer Nuquí, en el corazón del Pacífico colombiano, donde la selva se abraza con el mar y cada día la naturaleza sorprende.




El inicio: Medellín – Nuquí
Desde Bogotá no hay vuelos directos a Nuquí, así que decidimos hacerlo a través de Medellín. Volamos con Clic Air desde el aeropuerto Enrique Olaya Herrera, en una avioneta que en menos de una hora nos llevó al paraíso. Queremos resaltar la puntualidad y la calidez de su servicio: todo fue ágil, amable y organizado.
Al aterrizar en Nuquí, en cuestión de dos minutos llegamos caminando al muelle, desde donde salen las lanchas hacia los diferentes corregimientos. Nuestro destino era Termales, un pequeño pueblo turístico rodeado de selva y mar, a unos 45 minutos en lancha. Allí uno puede escoger entre una lancha privada (costaba alrededor de 500–600 mil pesos) o la opción compartida (65 mil pesos por persona). Optamos por la segunda y, mientras esperábamos, probamos unas empanadas de atún fresco que solo en Nuquí saben así de auténticas.
Termales: naturaleza pura
Nuestra cabaña, llamada Tello, estaba justo frente al mar. El paisaje era sencillamente espectacular: olas rompiendo al amanecer y atardeceres dorados. Lo único que no esperábamos era la fiesta local hasta la madrugada (😅), pero aun así el lugar tenía una magia que lo compensaba todo.
En medio del bosque visitamos las aguas termales naturales, una piscina escondida donde el calor del agua y el verde intenso de la selva nos hicieron sentir en otro mundo. Allí mismo recibimos un masaje relajante que nos dejó como en las nubes. Cerramos el día nadando, saltando olas y simplemente disfrutando de la inmensidad del Pacífico.







Una visita inesperada
Ya en la noche, mientras conversábamos en la playa, vimos aparecer una tortuga marina gigante. Los perros comenzaron a ladrar y entendimos después que buscaba un lugar para anidar. Se asustó y decidió ir más lejos, a una playa aislada y protegida, donde finalmente dejó sus huevos. Al día siguiente participamos en la liberación de tortugas recién nacidas, gracias a los esfuerzos de los lugareños que hoy trabajan por la conservación. Nos contaron que antes las tortugas eran cazadas y su población cayó drásticamente, pero gracias a la educación y el turismo responsable, ahora estas especies tienen una nueva oportunidad de sobrevivir.
El gran momento: las ballenas jorobadas
La mayor ilusión del viaje era el avistamiento de ballenas jorobadas, que cada año viajan miles de kilómetros desde la Antártida hasta el Pacífico colombiano para reproducirse y parir en aguas cálidas. Su temporada va de julio a octubre, siendo agosto y septiembre los meses con mayor probabilidad de verlas.
Estas gigantes del mar saltan fuera del agua para “desparasitarse” o librarse de molestas incrustaciones, y también como forma de comunicación y cortejo. Verlas de cerca, escuchar sus resoplidos y sentir la fuerza de su salto es algo que simplemente no se olvida.
Después de haberlas visto en Alaska, vivirlo en Nuquí fue igual de emocionante, pero mucho más íntimo: aquí todo es natural, sin multitudes ni lujos, solo tú, la lancha y la inmensidad del océano.






El accidente con la raya
Y aquí viene la parte inesperada. Entramos felices al mar, saltando un poco las olas, conversando y riendo, cuando de repente sentí un dolor brutal en el tobillo derecho. Fue un impacto tan fuerte que grité de inmediato y la gente en la playa corrió a ayudarme.
Al salir del agua vi un pequeño agujero, apenas del tamaño de una lenteja, pero el dolor era insoportable: lo califico de 10/10. Los locales supieron enseguida lo que era: una raya marina. Estos animales, al sentirse pisados, se defienden con su aguijón causando una picadura venenosa, fuerte y peligrosa.
Me llevaron a un sitio donde me sumergieron el pie en agua caliente, lo que ayuda a neutralizar el veneno. También aplicaron hierbas medicinales de la región. Tras dos horas eternas de dolor, la intensidad comenzó a bajar.
Al día siguiente el pie estaba inflamado. Cuando regresamos a Medellín, gracias a Clic Air que nos cambió el vuelo sin costo, recibí atención médica: antibióticos por 15 días (tuvieron que cambiarlos porque el primero no funcionó), vacuna contra el tétanos y reposo. Durante tres semanas apenas pude ponerme zapatos.
En Colombia pude resolverlo porque tengo seguro médico privado, pero no dejaba de pensar: ¿y si esto hubiera pasado en otro país? Sin hablar el idioma, sin conocer hospitales y con cuentas médicas impagables.
Por eso siempre repito a mis clientes: nunca viajen al exterior sin un seguro de viajes. Es una de esas cosas que parecen un gasto hasta que se convierten en la salvación. Una vez ocurre el accidente, ya es tarde para contratarlo. Puedes cotizar tu asistencia de viajes de tu próximo viaje HAZ CLIC!




El sabor del Pacífico
Durante la estadía, doña Claudia nos cocinó todos los almuerzos y cenas. Cada plato era un festín de sabor: pescado fresco, arroz con coco, patacones y el sazón auténtico del Pacífico. Comer en su casa fue otra experiencia que guardaremos con cariño.
Reflexiones finales
Nuquí no ofrece lujos, ofrece algo mucho más valioso: naturaleza en estado puro. Es un destino perfecto para quienes buscan autenticidad, conexión con la vida silvestre y momentos irrepetibles.
Es más económico que otros lugares de avistamiento de ballenas como Alaska, Costa Rica o México, y la calidez de su gente hace que quieras volver. Eso sí: recuerda que es una de las zonas más lluviosas del mundo, así que hay que viajar preparado.
Si buscas fiesta y lujo, este no es tu lugar. Pero si quieres vivir una experiencia transformadora, ver ballenas, liberar tortugas y sentir la fuerza del mar en cada ola, Nuquí te espera con los brazos abiertos.
🌊🐢🐋 ¡Que viva el Pacífico, que viva Colombia!


